sábado, 1 de agosto de 2020

SANTA MARÍA DEL ALCÁZAR, EXCELSA PATRONA DE BAEZA. AGOSTO 2020

Comienza el mes de agosto y Baeza se prepara  para honrar a su Excelsa Patrona y Alcaldesa Perpetua la Stma. Virgen del Alcázar.

El pasado domingo en la presentación que hizo del sensacional cartel de Agosto de Nuestra Patrona su propio autor, D. Fernando Curiel Palomares, nos narra de forma magistral la escena que se representa de la siguiente manera:

"De forma muy breve y haciendo un resumen de las obras de varios autores, podemos decir que la devoción a la Virgen del Alcázar surge cuando en la parte más alta de la antigua Baeza se cristianiza un antiguo templo romano dedicado a Júpiter y se dedica a la Santísima Virgen. Con la invasión musulmana este templo sería convertido en mezquita, por lo que la Imagen sería trasladada a la Parroquia de San Gil, única en la que se permitió el culto cristiano. El Rey Alfonso VII conquista Baeza en 1147 y la Virgen regresa a su primitivo templo, pero diez años después los musulmanes vuelven a tomar la Ciudad y los cristianos deciden esconder la imagen, por ser grande y de mucho peso y no poder llevársela consigo. Así, la envuelven en unos paños de lienzo blanco, la entierran a una distancia aproximada de treinta pasos de su iglesia y la cubren con una campana llamada “la Beltrana” o de los labradores. 
La memoria de este hecho caería en el olvido, y años más tarde Baeza es reconquistada definitivamente por San Fernando el 30 de Noviembre de 1227. El Rey pone al frente del gobierno de la Ciudad a Don Lope Díaz de Haro, Señor de Vizcaya, que jugó un papel importantísimo en la recuperación del Alcázar al mando de las aguerridas huestes de infanzones; y se restaura la Silla Episcopal de Baeza, siendo nombrado como primer Obispo tras la reconquista el dominico Don Domingo. Es entonces cuando vuelve a instaurarse el culto cristiano en la Ciudad, adaptando las antiguas mezquitas a iglesias y repoblándose el entorno del Alcázar por los caballeros conquistadores.
En este contexto histórico se enmarcan los relatos del hallazgo de la Imagen de Santa María del Alcázar, que sería interpretado como la legitimación espiritual de la conquista castellana.
Son varios los autores que han recogido en la literatura, con más o menos detalles o aderezos, el conocido milagro del labrador, los bueyes y la campana. En esta ocasión ha sido un precioso romance escrito por D. Ramón Mola Cruz y publicado en la revista que editó la Real Archicofradía con motivo del primer centenario de su fundación el que ha servido de base para el cartel.

 En él se narra la sepultura y exhumación de la milagrosa Imagen.

 Permítanme que traiga aquí un fragmento:

La paz reina en Baeza
con el gobierno de Haro.
Pasados unos días,
en calma ya los campos,
abrénse las besanas
para sembrar el grano.
Juan, un peón loguero,
como a unos treinta pasos
del primitivo templo
hecho por los romanos,
con su yunta de bueyes
se encuentra trabajando,
mientras gusta el sol tibio
de aquel invierno blando,
cuando de pronto siente
la reja se ha encallado
y los bueyes, inmóviles
beben el fresco ábrego.
¿Qué pasa?, se pregunta
y alzando airado el látigo,
obliga a aquella yunta
a dar atrás un paso.
Pretende arar de nuevo
pero es su intento vano,
pues la reja tropieza
en aquél mismo obstáculo.
No ceja Juan por eso,
que repite hasta cuatro
los intentos inútiles
para seguir labrando.
(…)
El corazón le brinca
a Juan, que se ha extasiado
con la luz tan brillante
que sale del arado.
(…)
Por eso sus rodillas
al suelo se han llegado,
porque su alma presiente
se va a obrar un milagro,
y nota que las lágrimas
mojan sus ojos pardos.
(…)
El peón se ha incorporado
llevándose los bueyes
hasta un lugar cercano,
para volver muy presto
y, con un fuerte palo,
cavar en aquel sitio
que no pasó el arado.
Tan sólo habría movido
de tierra unos tres palmos,
cuando de una campana,
las asas se han mostrado.
Duda lo que ha de hacer…
¿Huir? ¿Seguir cavando?
¿Cubrir lo descubierto
de nuevo y silenciarlo?
¿Dar cuenta a los vecinos?
¿Denunciar el hallazgo?
Por fin se ha decidido:
abandona el trabajo
y sus pasos dirige
al Alcázar cercano
donde mora el buen Conde
Don Lope Díaz de Haro,
que oye el descubrimiento
con gesto reposado.
Cuando el relato acaba
pide el Conde el caballo
y manda le acompañen
algunos de sus bravos.
La noble comitiva
que sale del palacio
seguida es por el pueblo,
que se incorpora al paso
curiosos por saber
la verdad del hallazgo.
(…)
Cuando llegan al sitio
que el peón indicara
el bravo Conde de Haro
de esta manera manda:
que Juan y otros peones
provéanse de azada
y caven con cuidado
una pequeña zanja
al este y al oeste
de la hallada campana.
(…)
De la tierra va surgiendo
una figura blanca
como la de un cadáver
que alguien amortajara
con unos finos lienzos
de albura ya manchada.
¡Qué emoción tan profunda
se enseñorea en las almas;
cómo la boca seca
una oración desgrana
y late el corazón
con prisa inusitada!
Juan, el peón loguero
ha dejado la azada;
con sus manos callosas
separa la campana;
la eleva con sus puños,
la saca de la zanja
y contemplan sus ojos
la más sublime cara
que por las manos del hombre
por siempre fue tallada.
¡Milagro!, grita alguno;
¡Mi Dios!, reza una dama;
mientras Juan se descubre,
llora, reza y exclama:
¡Venid, mi señor Conde,
venid, gentes cristianas,
y contemplad piadosos,
llenos de alegría santa,
el rostro tan divino
de aquesta Soberana!
(…)
La gente se destoca
y llega electrizada
hasta el lugar vacío
que dejó la Beltrana.
El Conde y sus vasallos
a una se adelantan
y todos quieren ver
a un tiempo aquella cara.
Se llegan y se apretujan
en ardorosas ansias;
contemplan la hermosura
divina de la talla,
quitada ya la tierra
que lustros la tapara;
lloran, ríen y gritan
o rezan y se callan;
pero todos los pechos
de divino amor se inflaman,
con notas celestiales
de música sagrada
cantando de María
su vida Inmaculada.
El conde que, devoto
la rodilla descansa
en tierra, hace el silencio
y así mismo les habla:
“Vasallos, idos pronto,
corred a vuestras casas,
vestíos las mejores
y las más ricas galas;
traed luces de cera
o aceite y unas andas
y hagamos procesión
con esta regia estatua
que tiene de María
tan peregrina cara.
vosotros, mis peones,
sacadla ya, sacadla;
que no gima ya más
en tierra sepultada
la Imagen de la Virgen
que es madre sacrosanta
del mismo Dios eterno
en cuanto se encarnara
y es de los mismos cielos
la Reina soberana;
pero cuidad, mis hombres,
con blandura sacarla,
cual si los mismos ángeles
lo hicieran con sus alas. "

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