El Cardenal Sarah al llegar a la Basílica de San Juan de Ávila
Representación de la Hermandad en la Basílica de San Juan de Ávila de Montilla
Tras la Santa Misa, la comisión de la Hermandad era recibida por el Cardenal Sarah y por el obispo de Córdoba D. Demetrio Fernández a los que se le hacía obsequio de la Cruz de la Hermandad y un presente del aceite de nuestras tierras baezanas.
Seguidamente en el Teatro Garnelo de Montilla, el Cardenal Sarah ofreció la ponencia titulada “La fuerza del silencio en la liturgia”.
Comenzó su intervención agradeciendo la invitación del Obispo para formar parte de esta fiesta tan especial para todos los presbíteros como es el día del que fue todo un Maestro de sacerdotes y santos.
A continuación, hizo un repaso por su libro titulado “Dios o nada”, comentando que durante su elaboración, reflexionó profundamente sobre la importancia del silencio en la vida de todos ser humano y particularmente en la vida del cristiano. “El fruto de estas reflexiones provocó la publicación de un nuevo libro que lleva por título “La fuerza del silencio”, que nació en la habitación del hermano Vicente María de la Resurrección, monje de la Abadía de santa María de Lagrasse, que jamás olvidaré. Un joven religioso que murió de una esclerosis múltiple el pasado año con el que me comunicaba con la mirada, el silencio y la oración, y que a pesar del sufrimiento, brillaba en su rostro paz, serenidad y felicidad”, explicó. Partiendo de esto, el Cardenal centró su intervención en la importancia del silencio durante la liturgia. “En efecto, el primer lenguaje de Dios es el silencio; debemos aprender a ser silenciosos y a descansar en Dios”, aseguró. Y es que según el ponente, este tiempo actual es un momento oportuno para buscar el verdadero orden de nuestras prioridades: “Es tiempo de poner a Dios en el centro de nuestras preocupaciones, de nuestros pensamientos, de nuestro actuar y de nuestra vida. Así, nuestra vida cristiana podrá fundamentarse en la luz de la fe y alimentarse en la oración”.
Después, continuó dirigiéndose a los sacerdotes explicándoles que “lo que más necesita la Iglesia hoy no es una reforma administrativa, ni un cambio estructural, ni una logística o estrategia de comunicación o un programa suplementario. El programa existe y es el de siempre, el Evangelio y la Tradición Viva”. “Creo que somos víctimas de la superficialidad, del egoísmo y del espíritu mundano que propaga la sociedad mediática; por ello, invito a los cristianos y a los hombres a entrar en el silencio porque sin el silencio, permanecemos en una ilusión mortal. El silencio es más importante que cualquier otra obra humana, porque habla Dios”, afirmó.
Por otro lado, habló del lugar que debe tener el silencio en la liturgia. “Se trata de una preocupación fundamental en nuestros días, ya que el silencio sagrado es el lugar donde podemos encontrar a Dios y es importante que los sacerdotes aprendan de nuevo lo que significa el temor filial de Dios y el carácter sagrado de su relación con Él”, comentó. Y continuó manifestando que “los sacerdotes deben aprender de nuevo a temblar de estupor ante la Santidad de Dios y ser conscientes de la gracia extraordinaria de su sacerdocio”. En este sentido, recordó además que ya el Concilio Vaticano II subrayó que el silencio es un medio privilegiado para favorecer la participación del pueblo de Dios en la liturgia. Y culminó su intervención exhortando a los presbíteros a fomentar el silencio, “porque en la liturgia, el silencio sagrado es un bien precioso para los fieles, y los sacerdotes no deben privarlos de este tesoro”. Y recordando las palabras de san Juan de Ávila, subrayó que “quien ora ha de estar recogido, centrado y en silencio ante Dios”.










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