Queridos fieles diocesanos:
1. Este 4 de abril, Solemnidad de la Anunciación del Señor este año, celebramos la jornada anual PRO-VIDA, bajo el lema: Cuidar la vida, sembrar esperanza.
Los constantes atentados contra este bien sagrado y la violación del derecho a la vida del que va a nacer, nos muestran la fragilidad de la existencia humana y la necesidad de su protección. Esta convicción se fundamenta en la verdad irrefutable de que la vida y la dignidad de las personas constituyen un bien precioso que es preciso defender y promover con decisión, apoyándonos en el derecho natural.

2. En las páginas de la Sagrada Biblia, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, Dios se revela como el Viviente que da vida e indica la senda de la vida plena (cf. Gn 2,7). Dios es la fuente de la vida.
Jesús es la Encarnación del Dios vivo, el que trae vida frente a tantas obras de muerte, frente al pecado y el egoísmo. Jesús acoge, ama, anima, perdona, nos da fuerza para caminar y recuperar de nuevo la vida de la amistad perdida con Él y con los demás.
Jesús nos trae la vida de Dios, el Espíritu Santo que nos anima y llena de esperanza. ¡Una pena que el ser humano no elija la vida, sino que se guía por ideologías que ponen obstáculos a la vida, que no la respetan porque vienen dictadas por egoísmos e intereses de lucro, de poder y de placer! No es éste el verdadero camino del amor, ni se busca el bien del otro.
3. El Evangelio de la Vida lleva a la libertad y a la plena realización del hombre. Querer construir la ciudad del hombre, por el contrario, al margen de las enseñanzas divinas y de la propia ley natural, nos conduce a una nueva Torre de Babel.
El resultado es, que el Dios vivo es sustituido por ídolos humanos y pasajeros, que ofrecen momentos atrayentes de aparente libertad, pero al final son portadores de nuevas formas de esclavitud y de muerte. Esto nos dice la sabiduría del salmista: “los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos”.
Éste es el camino a seguir, con nuestra confianza puesta siempre en el Dios de la Vida. Supliquemos especialmente en esta jornada por quienes sufren tantos ataques en contra de este bien, fuente de libertad y esperanza. Como María Santísima, nuestra Madre del Cielo, digamos siempre “sí” a la vida, y al Dios vivo que nos salva.
Con mi saludo agradecido en el Señor.
+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén
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