El día 2 de noviembre celebra la Iglesia el día de los Fieles Difuntos con el fin de orar por todos aquellos que han acabado su vida terrenal y, especialmente, por aquellos que se encuentran aún en el Purgatorio en estado de purificación antes de entrar en el cielo.
El mes de noviembre, por extensión, se le ha llamado tradicionalmente mes de los difuntos, y cada año llegada esta fecha, las hermandades recuerdan a todos sus hermanos difuntos y visten a sus titulares marianas con ropajes de luto caracterizados por la sencillez y sobriedad con motivos de la Muerte y enterramiento de Ntro. Sñor Jesucristo, simbolizando el duelo, la penitencia, recordándonos a todos los cristianos que este es un mes para recordar a todas aquellas personas que dejaron la Hermandad peregrina en la tierra y orar por la almas penitentes del purgatorio.
Los monjes benedictinos de la célebre abadía de Cluny, son los que comienzan a celebrar al día siguiente de la Solemnidad de Todos los Santos, es decir, -el 2 de noviembre- la conmemoración de los fieles difuntos, que pronto se extendió por toda la Iglesia y en el siglo XIV tenía también lugar en Roma.
Ambas están unidas por el denominador común de la vida eterna después de la vida terrena.
Del mismo modo, recordamos cómo Cristo Redentor de la Humanidad, de manera particular por medio de la Muerte, nos ha hecho a todos partícipes de su Resurrección.
ORACIÓN POR LOS HERMANOS DIFUNTOS
Dios de infinita Misericordia,
confiamos a tu inmensa bondad a cuantos hermanos han dejado este mundo hacia la eternidad,
donde tú esperas a la humanidad entera, redimida por la sangre preciosa de Cristo,
muerto en rescate por nuestros pecados.
No mires, Señor, tantas pobrezas, miserias y debilidades humanas
con las que nos presentaremos ante el tribunal para ser juzgados para la felicidad o la condena.
Levanta sobre nosotros tu mirada piadosa que nace de la ternura de tu corazón,
y que la Virgen María, sin pecado concebida, nos ayude
a caminar en el camino de una completa purificación.
Que ninguno de sus hijos se pierda en el fuego eterno del infierno,
donde ya no puede haber más arrepentimiento.
Te confiamos Señor las almas de nuestros hermanos que nos han precedido fieles en la fe,
de las personas que han muerto sin el consuelo sacramental,
o no han tenido manera de arrepentirse ni siquiera al final de su vida.
Nadie haya de temer encontrarte después de la peregrinación terrenal,
en la esperanza de ser acogidos en los brazos de tu infinita Misericordia.
Señor, que la Madre de Dios nos mantega fieles en la fe
en el ardiente deseo de reposar serena y eternamente en Ti.
Amen.
Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellos tu luz perpetua.
Que las almas de los fieles difuntos por la Misericordia de Dios descansen en paz.
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